La ausencia de noticias sobre casi todos ellos envuelve en un aire de misterio el destino que pudieron haber sufrido. Hasta hoy sólo había constancia de que viviera en Tenerife después de la conquista el Mencey de Adeje, don Diego, a quien se le trató con cierta deferencia.
Del resto, apenas ha habido noticia alguna. Sólo de dos de ellos, del de Icod y del de Anaga, se ha podido recabar datos novedosos que arrojen un poco de luz en las tinieblas del olvido en que se movieron los régulos aborígenes tras la conquista de Tenerife.
Recordemos que Alonso de Lugo, uno de los capitanes intervinientes en la conquista de Gran Canaria en 1478-1483 bajo las órdenes de Pedro de Vera, concertó con los Reyes Católicos en 1492 la conquista de la isla de La Palma. La rapidez con que llevó a cabo esta empresa, apenas diez meses, le hizo merecedor del encargo de la conquista de Tenerife.
La expedición de conquista sufrió una terrible derrota en el barranco de Acentejo, lo que obligó a los supervivientes a reembarcarse rumbo a Gran Canaria.
Lugo, tras haberse rehecho liquidando su patrimonio personal, volvió a la carga un año después. La campaña militar fue planificada con más cautela, de forma que los choques armados cayeron esta vez del lado de los conquistadores, considerándose terminadas las hostilidades en torno a febrero de 1496. Al igual que había hecho Pedro de Vera con el Guanarteme grancanario, Alonso de Lugo resolvió llevar a los menceyes guanches ante los Reyes Católicos en señal de triunfo, y a fin de que éstos prestaran personalmente la sumisión a sus majestades.
La Corte en aquellos años era itinerante, por lo que Lugo, tuvo que seguir los pasos de los Reyes hasta dar con ellos. La fecha de llegada del capitán conquistador y su comitiva guanche no es segura, pero debió ocurrir entre el 20 de abril de 1496, fecha de la llegada de la Corte a dicha villa y el 10 de junio de 1496, día en que se atestigua la presencia de los menceyes en el séquito real. Los menceyes fueron presentados ante los Reyes, decidiendo estos acogerlos en su Corte, aunque no se les permitió el regreso inmediato a la isla.
Los monarcas, como habían hecho en ocasiones anteriores, solían adscribir a sus cautivos importantes a las casas de personajes de la Corte, donde eran adoctrinados e integrados en la cultura castellana.
En 1493, Cristóbal Colón regresó triunfante de su primer viaje a las Indias con varios indios principales, que fueron entregados a los Reyes, igual que haría Lugo más tarde con los Menceyes.
Los ilustres cautivos fueron adscritos a miembros de la Corte para que fueran aculturados y adoctrinados. Pensamos que igual ocurrió con los Menceyes guanches.
Fueran libres o esclavos, el hecho es que a todos ellos, tras el obligado bautismo, se les dio el título de don, algo extraordinario en aquel tiempo y simbolismo con el que los católicos reyes reconocían la estirpe regia de los menceyes.
Evidentemente, en aquella época era incompatible llevar el “don” y ser esclavo, con lo que los régulos guanches debieron quedar en una situación de libertad vigilada, adscritos a las casas de diversos cortesanos. Por dos documentos fechados en diciembre de 1500 y junio de 1501, conservados en el Archivo de Simancas, nos ha llegado la noticia de que uno de los menceyes de Tenerife, de nombre cristiano Enrique, vivía en las cercanías de la Corte, y había sido vendido como esclavo por uno de los cortesanos del entorno real.
En 1500 es cuando se tiene noticia de la esclavización injusta de don Enrique, que de alguna manera hizo llegar el caso a conocimiento del procurador, en este caso Alonso de Sepúlveda, que a su vez trasladó la denuncia a los monarcas.
Los Reyes decidieron enviar a uno de los alguaciles de Corte, Juan de Salcedo, para buscar a don Enrique donde estuviera y traerlo de vuelta a la Corte. El alguacil Salcedo se reveló como oficial competente, encontrando a don Enrique y sacándolo de la posesión de la persona que lo había comprado. En los meses posteriores se abrió un proceso judicial, y don Enrique, una vez localizado y liberado de su cautiverio, fue llevado a la Corte para tramitar su proceso judicial en Granada, donde estaba el Consejo Real, que asumió directamente la resolución del pleito.
El 4 de junio de 1501 los monarcas anunciaban a todas las justicias del Reino el resultado del pleito entre don Enrique y Pedro Patiño, por el que se reconocía al mencey icodense su condición de persona libre.
Nada más sabemos de él.
Sólo la constancia de que los últimos años de su vida los pasó en libertad, posiblemente en Sevilla, donde se había radicado un grupo numeroso de canarios, pero sin que tengamos ni siquiera la certeza de ello. A Tenerife no volvió. Había sido un mencey de bando de guerra, y lo lógico era que no le dejaran volver.
Un saludo,
G.M. MONSECCA
FMCL
Fuente : Sr.D.Mariano Gambín García,licenciado en Historia e investigador por la Universidad de La Laguna
2 comentarios:
Una vez más tengo que felicitarte por el post. No dejas de sorprenderme. Me encantan los de historia como te he dicho en otras ocasiones. Saludos.
Te felicito por el artículo y por el blog. Aprendo mucho leyéndote.
Un saludo!
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